Es bien chistoso verlo todos los días a la salida del trabajo en la misma calle, siempre en la misma posición, con la misma ropa y los mismos tenis cumpleañeros que, supongo, ya son parte de él y de su historia. A veces, más ultimamente, también lo veo en los camiones o en calles en las que no me lo espero, pero ya me estoy acostumbrando y ya no me sorprende tanto, sólo me hace sonreir. Eso de verlo acompañado de James Dean, Billie Joe Armstrong y Alex Lora es algo que nunca hubiera previsto, aunque con él, lo admito, el slogan de adidas no parecía tan aspiracional.
Y cada vez, como siempre, me mira fijamente con la cabeza inclinada hacia un lado, contrastado, todo en blanco y negro.
Pero para mi sus ojos son verdes.
Siempre verdes.
Mientras más cerca está la fecha del viaje, más intolerante estoy con la gente y su estupidez.
Ayer casi empujo del balcón de la azotea a un gordito de la agencia que se cree muy chistoso y no paró de decir estupideces durante todo el eclipse lunar.
Hoy tuve ganas de golpear a una gorda que a la hora de la comida fue a pedirnos sal y que empezó a hacer "bromitas" mientras yo trataba de ver CSI.
También quise asesinar lenta y dolorosamente a tres pinches viejas nacas que se metieron en la cola del horno del microondas.
Y todavía me faltan DIECIOCHO interminables días...
Dieciocho.
Voy a matar a alguien.
Ya tiene tiempo que no la veo sentada en el rincón izquierdo del sillón, justo frente a la tele a todo volúmen. Sus tesoros de dulces y pasitas se hicieron viejos esperando su regreso, y las muñecas que miraron fijamente, desde el costurero, la infancia de todos y cada uno de los hijos y los nietos tuvieron que encontrar, muy a la fuerza, nuevos hogares donde quizá sean testigos de nuevas infancias ajenas...
Hace tiempo, también, que las navidades en familia cambiaron unos metros de dirección, y hace aproximadamente el mismo tiempo que las plantas del jardín no son regadas con el mismo cuidado. Supongo que desde entonces nadie se toma el tiempo de llamarlas por su nombre, les ha de faltar su cariño inagotable, tan inagotable como su niñez eterna.
Hace ya un buen rato que nadie me aconseja tanto, que nadie me dice que me "enfríe los ojos antes de salir" después de haber estado frente a la computadora toda la tarde, y hace mucho también que nadie me hace refunfuñar porque la ropa que me pongo para salir al antro es demasiado corta o demasiado "destapada". Hace mucho que extraño los estambres enredados que formaban figuras y cuadros de colores con los que todavía solemos cubrir nuestros sueños. Hace tanto que ya encontramos todos los chocolates escondidos en los rincones de la casa y que vaciaron el cajón de las mascadas y joyitas con las que todas y cada una de las primas nos convertimos en princesas, que quizás parece más tiempo de lo que en realidad ha pasado...
Y así, los días siguen pasando y a mi me sigue doliendo saber que hace mucho se me acabó el tiempo. A mí, no a ella. Se me acabó el tiempo y me quedé con todos estos abrazos que no le di en su momento y que ahora no sé dónde meterlos y se me han amontonado tanto que me pesan ya mucho en la garganta y a cada rato me ponen el ojito Remy porque ya no me caben y no saben pa' donde salir...
Ay, Lala, te hubiera gustado mucho conocer a Matías... se parece un poco a ti, sabes?... pero sé que desde donde estás lo andas cuidando, igual que a todos nosotros que después de dos años te seguimos extrañando como la primera noche que vimos apagada la luz de tu ventana.
Y pues aunque ya sé que es tarde, sabes (tal vez hoy más que nunca) que te quiero, que te extraño y que me sigues haciendo mucha, muchísima falta. Espérame por allá donde andes, Lala, que un día de estos te alcanzo...
O.k., ahí les va un post más sobre el día de San Valentín. Y que conste que no es amarguez, ni ardidez ni nada que termine con 'ez'; es simple y sencillamente mi punto de vista muy personal acerca de porqué me caga ese día...
Punto número uno: No entiendo, nunca he entendido, la verdad, por qué el 14 de febrero es tan importante para la mayoría de la gente. Si tienes novi@ tienes que cumplir con todo un ritual de regalar flores (que ese día son cinco veces más caras), globos, chocolates y cartitas diciéndose cuánto se aman y se adoran, y si no tienes pareja entonces tienes que deprimirte muchísimo y tirarte al drama por que no hay nadie que te regale tanta cursilada...
Chale, la verdad no me entra en la cabeza. Para mi, el amor y/o la amistad se demuestran a diario. Si tengo ganas de regalar algo o de hacer algo especial para mi pareja, no entiendo por qué me tienen que imponer un día "especial" para hacerlo. Yo, la neta, aprecio más un detalle cualquier otro día del año que no sea ese, eso de cumplir con formalidades nomás porque todo el mundo dice nunca ha ido conmigo. Yo soy firme creyente de que el amor se demuestra a diario y en todas las cosas, y que no es necesario ningún bien material para comprobarlo y/o demostrarlo... y MENOS una pinche flor carísima o una "cena romántica" donde tienes que esperar tres horas parado afuera del restaurante pa que te den una fucking mesa... nah, esa no es mi idea para "celebrar al amor"...
Punto número dos: A ver... no se les hace lo más absurdo que los restaurantes se atasquen ese día porque todas las parejitas tienen que salir a cenar a webo? y no se les hace todavía más absurdo que aunque la gente LO SEPA sigan yendo ese día nomás porque es 14 de febrero??? qué diferencia hay si vas el 15 o el 16?? a poco ya te quieren menos?? Chale, yo sería de la filosofía de que entre menos gente mejor...
Y otra cosa que me asombra muchísimo es cómo los hoteles de paso se atascan porque ese día a webo uno tiene que hacer el amor con su pareja, porque DUH!, es día del AMOR, que no??... qué importa que las sábanas estén todas húmedas de caldos anteriores?? si es lo más romáaaantico goooeeeiii!... Pfff... que hueva de sociedad 'rosa' en la que vivimos, qué fácil es controlar la mente y los actos de los menos inteligentes (osea las masas) que se van con las fintas...
Pero bueno, pa ponernos en el mood teto de corazoncitos y rosas rojas, ahi les paso el dato que la Moncha tiene un admirador secreto (muy ad hoc para estas fechas)...
Aaaawwww gordos... me van a invitar a la boda??? Por favor háganla el 14 de febrero!!! no sería suuuuper romántico y así goooei?? jajajajaja...
UPDATE: Ahorita en el baño me encontré a esta individua, (también protagonista de esta aventura) pidiéndole a una diseñadora de aquí que le ayudara a hacer un layout con corazones para darle una carta a su novio el día de San Valentín... después de que se ha dedicado a ponerle el cuerno con el que se deje aquí en la agencia.
Ven por qué me caga ese día?...
Hace rato me platicaba una amiga que le acaban de regalar un perrito, y a partir de eso empezamos a hablar de mascotas. Yo en estos momentos sólo tengo un pecesito beta que me regalaron la navidad pasada, pero en mis infancias tuve de todo: conejos, patos, tortugas, ranas, loros, un perro y por supuesto muchos gatos, que siempre han sido mi adoración; pero sin duda, hubo tres que son los que recuerdo con más cariño, mis tres consentidos: Zamora, Morris y el Patas.
Zamora era un gato negro enoooooorme, lindísimo. Era el gato más bueno y quieto del mundo, pero cuando tenía como poco más de un año mi vecina loca lo envenenó porque decía que le estaba tirando su barda (WTF??). Yo lloré como tres días seguidos y a raíz de que mi prima Natalia me vio tan triste fue y se madreó a la vecina loca, y mi mamá tuvo que ir citada a la delegación como por los siguientes tres años, pero valió la pena. Como diez años después de aquella desventura, la vecina loca se murió en su casa sola y desamparada y nadie se enteró hasta como una semana después. Eso le pasa por meterse con mi gato (y con mi prima y con mi mamá).
Luego, Morris era el hermano de Zamora. Era gris de rayitas y tenía una carita preciosa, además de ser un cabrón. Me acuerdo que se metía a escondidas a la casa y se subía en chinga al estudio donde yo todas las tardes hacía mi tarea, antes de que mi mamá o mi abuela lo cacharan. Ahí me pedía permiso para subirse en mis piernas y se quedaba dormido hecho rollo hasta que yo terminaba. Algunas noches que andaba de ocioso se metía por la ventana de mi cuarto y luego se iba a parar a la cabecera de la cama de mis papás donde se le quedaba viendo fijamente a mi mamá hasta que la despertaba, obviamente pegándole un susto de aquellos y hacía que saliera a perseguirlo chancla en mano. Cuando Morris tenía como ocho años, se volvió un gato obeso que parecía león de la papada que tenía, y era todo un show verlo subir las escaleras (se parecía a la Moncha con su pacho-a-pachito)... Un buen día, mi Morris decidió salirse de la casa e irse a perseguir quién sabe qué a quién sabe donde, y yo desde entonces lo extraño muchísimo hecho rollito en mis piernas todas las tardes que me esperaba paciente, ronroneando, hasta que terminara de estudiar.
Y bueno, el Patas, mi último favorito, era todo un personaje. El era hijo de Zamora, y en la camada que nació todos sus hermanos eran negros menos él, que tenía las patas, la panza y las cejas blancas, de ahí su nombre. Tenía el pelo largo y siempre andaba todo cochino y despeinado, con los bigotes llenos de telarañas de quién sabe qué lugares a donde se metía a investigar, porque aaaah como era metiche. El día que vinieron las personas a las que les habíamos regalado la camada de gatitos a recogerlos, el Patas se escondió atrás del refrigerador y como nunca pudimos sacarlo ps decidimos quedárnoslo. Un día, cuando era todavía chiquito, fueron a cambiar el tanque de gas de mi casa y se asustó tanto que se metió en el motor del coche, pero se quedó ahí y cuando mi papá lo encendió salió el pobrecito corriendo con una patita muy mal, que se le había quedado atorada entre una de las bandas del motor. El veterinario le recetó no sé cuántas medicinas y lo teníamos que tener encerrado para que no se le fuera a infectar la pata, entonces todas las mañanas mi mamá (que antes de él ODIABA a los gatos) le preparaba sus albóndigas con medicina y se las ponía en un platito de esos de unicel. Supimos que estaba bien el día que empezó a destrozar los platitos y a echar uno por uno los pedazos por abajo de la puerta de donde lo teníamos encerrado. De ahí, no saben como se encariñó el gato con mi mamá y mi mamá con el gato. Diario cuando mi mamá salía a barrer, Patas se esperaba a que terminara para irse a revolcar en la basura, y luego iba y se ponía de panza abajo de la escoba de mi mamá para que lo barriera, dándose vueltas hasta que quedaba "limpio". Así estuvo con nosotros como dos años, pero como Morris era el macho dominante de la casa, un día el Patas se fue, y regresaba de vez en cuando, asomándose por la azotea con sus patitas blancas cruzadas, y se ponía a maullar hasta que salía mi mamá a saludarlo, y entonces se volvía a ir. Un día ya no regresó.
Yo desde que se me fueron todos ellos no saben cómo he querido tener otro gato a ver si llena un poquito el huecote que me dejaron estos tres... pero mi mamá, cada vez que se lo pido, me dice:
"No, otro gato no, porque ninguno va a volver a ser como Patas..."
Y casi se le sale una lagrimita al acordarse de él.