viernes, septiembre 19, 2008

Signos del envejecimiento.


Antes, estar in era saberse los nombres no solo de los antros de moda sino de los cadeneros que custodiaban ferozmente la puerta pa presumir entrada casi casi VIP.

Ahora, estar in es tener gran variedad de fotos en la carpeta de "bodas" del Facebook, pa presumir lo popular que es uno que asiste a todos los eventos de los amigos que se están casando.


Que gacho se siente envejecer.

jueves, septiembre 18, 2008

La chica inoportuna.


Creo que uno de mis más grandes problemas en la vida ha sido el de ser inoportuna.

Siempre tarde o muy temprano, nunca empato a nadie.

Y luego me dicen: Ojalá no te hubiera dejado ir. Ojalá te hubiera conocido ahorita, en este momento. Ojalá me hubiera dado cuenta antes. Ojalá hubiera sido diferente. Ojalá todavía me quisieras.

Ojalá.

Pero yo voy deshaciéndome de cariños y de amores de destiempos, así, muy a la fuerza, pa' no pensar que las horas y yo nomás no coincidimos, al menos no en este huso horario.

Ojalá haya una historia guardada para mi en donde por fin pueda llegar a tiempo.
Ojalá que sea por eso que tú eres intermitente.

jueves, septiembre 11, 2008

Adivinanzas.


Ella aún no sabe cómo es que siempre ha podido adivinar la última sonrisa. La de él pasó en la puerta de la calle, mientras estaban parados en la banqueta. Fue ahí cuando que ella supo que ese pedacito de coincidencia mutua se les había terminado.

Pero las ganas tontas de llorar se le quitaron cuando supo también, con una certeza punzante, que él regresaría pronto disfrazado de otra coincidencia definitiva, y que entonces ella ya no tendría que preocuparse por andarle adivinando nada.

martes, septiembre 02, 2008

La lluvia es más bonita en la noche.

Ayer descubrí que la lluvia es más bonita de noche. Las calles, en lugar de verse grises, brillan y parpadean como si estuvieran vivas. Ayer, aproximadamente a las diez de la noche, tuve ganas de que me tomaras de la mano mientras caminábamos esquivando charcos, de que me miraras a través de tus pestañas largas largas y me sonrieras, así sin decir nada. Ayer tuve ganas de que me besaras lento mientras nos mojaba una de las últimas lluvias de este verano bisiesto. Y sobre todo, tuve ganas de que te enamoraras de mi, tuve ganas de enamorarme de ti. Y de olvidarme de todo y de brillar más que el pavimento que latía húmedo reflejando luces veloces.

Hacía mucho que no caminaba en la noche, que no disfrutaba de un café tan malo, de unos silencios que dijeron tanto.
Y así, de la nada, en el taxi de regreso a mi casa contigo a mi lado, encontré un poquito de la paz que me faltaba.
Sin mirarme, tomaste mi mano. Y creo que por un instante, entre mis dedos, encontraste un poquito de paz tú también.

Me acompañaste a la puerta y me besaste. Te despediste con una sonrisa tan rápida que no me dio tiempo de adivinar si se te escapó un poco de tristeza en ella. No dijiste nada, nunca dices nada.

Hoy en la mañana, aún medio dormida, no pude saber si tú, esa sonrisa, la lluvia y mi paz pasaron apenas ayer o hace muchos, muchos años.