lunes, abril 06, 2009

Pinche calor.


Odio el calor que está haciendo en las noches. Lo odio porque no me deja dormir, y porque cuando logro hacerlo tengo unos sueños rarísimos. Ayer estaba justo intentando quedarme dormida cuando uno de esos pensamientos estúpidos pre-inconcientes me llegó a la cabeza: Si es cierto eso de que cuando estás a punto de morirte un resumen de tu vida te pasa por delante cual shuffle, cuáles serían los momentos que valdría la pena tuvieran un lugar en tan importante selección?...

Seguramente, me acordaría otra vez del olor de los vasos de cera con super héroes pintados de la fiesta No. 2 de mi primo Juan, y de algunas de esas veces que se quedaba a dormir en la casa y a mi me daba una emoción padrísima saber que iba a tener con quien jugar desde tempranito. También segurísimo vería mi primer viaje a la playa que casualmente sería en Manzanillo en donde yo conocí el mar. En décimas de segundos sentiría yo otra vez la arena calientita de la caminata hacia la casa de las tías en Maeva, y por supuesto que habría pedacitos de las navidades en familia, de las nochebuenas frías en Villa Verdún en la casa de los abuelos que tenía chimenea y de las veces que mis papás escondías los regalos de Santa Claus. Vería también, mi primer día de clases en el IMA y los días del niño que esperaba con tantas ansias. Snorkelearia de nuevo a los 12 años en cozumel y me invadiría el sonido vacío de cuando sumerges la cabeza en el agua. Luego seguiría mi cumpleaños número 15 en Reino Aventura, y aquel día del partido interáreas del CUM donde conocí a mi primer amor platónico con el jersey 33. Volvería a entrar al cuarto de hotel en Acapulco donde me esperaban los Hanson, y habría flashazos del viaje a Cocoyoc y a Canadá con Rocío. Por supuesto que se aparecerían ahí, en medio de todo y lo más importante, esas tardes en el Café Jardín de la Roma en donde se le ocurrió despertarse al mundo. Vería, despacio, sus ojos verdes tan verdes como grises, y su sonrisa y el lunar de atrás de su oreja. Y volvería a pasear de su mano y a perderme en su boca mientras oigo a lo lejos la canción del unicornio azul que nos gustaba tanto. Y luego vería nuestra playa con todo y sus relámpagos, y el cuarto del ventilador y la lluvia y su abrazo y sus besos. Y luego vería algunos ratos en la EDINBA, y el segundo preciso en el que me decidí a hacerme mi primer tatuaje. Y pasaría por enfrente de mis ojos el momento justo en el que desperté en la cama de aquel que durante tanto tiempo me movió la cabeza y miraría fijamente las burbujas naranjas de la lámpara de lava que teníamos enfrente, para de ahí irme directito a Pie de la Cuesta a la mejor fiesta de fin de año de la Walter. Luego me tomaría uno de esos cafés de Starbucks sentada en diferentes coches afuera de mi casa tratando de alargar pláticas y buscar pretextos para después pasar a la fiesta de Cuernavaca del cuarto del iPod. Y luego vería el momento en el que se me volvería a aparecer el único que ha podido detenerle el tiempo al universo y volvería a poder respirar profundo entre sus brazos y su polo verde, tan verde como sus ojos. Y volvería a hacer el amor enfrente de la chimenea de la casa de Avenida Toluca con mi niño maravilla mientras destapamos una botella de champaña para celebrar el año nuevo. Viajaría de nuevo a San Francisco para darle un beso a mis sobrinos y me pasaría a NYC a perseguir mi historia de Hugo Rush y a contar los segundos para el año 2009 que no volvería a pasar. Caminaría por París y Londres para regresar disparada y llena de ansias a la colonia Roma a encontrarme con el extraño más conocido que me había topado desde hace mucho. Y despertaría enredada en las sábanas del colchón que tiene en el suelo mientras él busca mi mano para entrelazar, como que no quiere la cosa, sus dedos que hacen maravillas. Me besaría de nuevo en la frente mientras nos quedamos dormidos y por último, así ya en mi último segundo de vida, regresaría de nuevo al cuarto del ventilador de la playa del verano bisiesto y me dejaría llevar por el verde grisáceo de sus ojos hasta el mar donde me quedaría para siempre por ser de ese mismísimo color.

Así me dormí ayer, y a pesar del pinche calor me dormí bien tranquila porque me di cuenta de que a pesar de todos los madrazos, me ha ido muy bien en la vida.
Y que no cambiaría nada, nada.

7 comentarios:

Kvvanchai dijo...

Mira, qué poético. Yo en cambio sólo pude quedarme dormido hasta como la 1 de la mañana por ese mismo calor y levantarme de mal humor por el cambio de horario... En cambio tú...

Bueno, lo que se lee no se juzga...

silvestre dijo...

¿Su polo verde? He conocido a algunos de los sinfuturo que acostumbras, pero este ha de haber sido marciano.

Ninja Peruano dijo...

No silvestre, eso sería si dijera "su palo verde".

-®- pIpO -®- dijo...

Ni por donde empezar, me identifique con el maldito calor, cambio de horario, todo se junta para que sea jueves y aun no me pueda acostumbrar... sera verdad que logres ver todas esas imagenes antes de morir?? ... no lo habia pensado :S

Vain¡lla dijo...

Kvvanchai: No te creas, esos alucines son los más poéticos que he tenido, porque también de repente alucino maaal con el calor...

Ninja y Silvestre: Ew.

Pipo: Primero que nada gracias por visitarme! Y bueno, pues no sé si será cierto que la vida te pasa por delante antes de morir. Estaría bonito si viéramos nuestros mejores recuerdos, no?... Ojalá te vea más seguido por aqui!!

5inister dijo...

¿Qué tal que antes de morir recuerdas que pensaste qué pensarías antes de morir?

El mecartistrónico dijo...

Qué bien... es importante caer en cuenta de eso de vez en cuando.

Acá no hace calor... pero sí han habido muchos ratos vacíos para pensar.


No recordaba la chimenea en Villa Verdún. Mmm... no recuerdo la chimenea en Villa Verdún.

Ah... ¿en la sala a la que nunca entrábamos porque ensuciaríamos los sillones?