¿Por qué, por qué, por qué por más que trato no puedo ser feliz?... ¿Por qué todo es complicado? ¿Por qué todo se enreda? ¿Por qué tengo ganas de llorar cada que llueve?...
Ya me quiero ir. Quiero escaparme, empezar de nuevo. Pasear por la niebla de un país ya no tan desconocido con mi abrigo negro y mis botas grises de tacón mientras la ciudad de los puentes maravillosos me coquetea y me hace promesas al oído. Entender como funciona todo y no solo eso, hacer que funcione. Y luego, tal vez, la vida se ponga bonita de nuevo y me sonría como hace mucho no lo hace.
Hola, verano. ¿Me traerías un capuchino con crema irlandesa y dos de azúcar? Uno como ese que me diste a probar hace nueve años justo en medio de la lluvia que en ese entonces todavía no me hacía llorar..
Setenta y siete sesenta. Tus ojitos que brillan. Una playera verde. Tu voz y tus ademanes y mi secreto. Mommy's little monster. Sonrisita, siempre tu sonrisita. Juegas y juego, jugamos bien. Un jugador más en el tablero. Cinturón hacia un lado. Cosas de pareja van en el Inbox y no en el wall, sabiduría contemporánea. Tú. El tatuaje que me vuelve loca. Nadie sabe, nadie supo. Juegas, juego, jugamos. Y siempre pierdo. Y tú también. Palabras que no se dicen pero que vuelan en el espacio que queda entre tu cuerpo y el mio. El nervio, la mano sudada. Tapones para los oídos. Un colchón en lugar de cortina. Los gatos, la Tomasa. Todo y nada. Tus besos, tus besos, tus manos, tus labios, tus orejas, tus besos. Un taxi. Me voy. Te quedas. Pero siempre regreso.
Y tú también.