Nuestro café ya no es un café. Ahora a alguien se le ocurrió vender ahí tortas y ensaladas insípidas. Ya no existen las jardineras donde me leíste la mano segundos antes de que me dijeras que querías estar conmigo para siempre. Las paredes que antes eran color durazno como mi perfume que tanto te gustaba, ahora son blancas, sin ningún chiste. Las sillas verdes donde te sentabas a platicarme de tu vida son ahora bancas de madera vacías. Y el lugar ya no huele a nada. Y ya no se siente tibio y ya no tienen música de fondo. Y al entrar ahí nueve años después de ti pensé que iba a extrañarte más que nunca porque ese lugar fue nuestro y ese amor no se ha comparado con nada y sentía que todo se había quedado ahí, como estático en el tiempo, pero no. Entré, después de nueve años, a lo que algún día fue nuestro café y no encontré nada. Y me di cuenta de algo: no es que tú te hayas quedado inmóvil en aquel café, tú te quedaste inmóvil en mi.
Y con esa nueva certeza recién encontrada, puedo llevarte a dónde sea, sin importar cuántas veces cambie el color de la pared.
7 comentarios:
Ayyy...
Al menos!
jajaja
No.
Creo fielmente en que al lugar donde fuiste feliz, no debieses volver...
A menos de que ya ni te acuerdes porque te interesaba volver...
El pasado no ayuda es un lastre que no te deja subir hasta donde el destino te tiene preparado...
El destino está jugando conmigo de nuevo... pero todavía no sé si bien o mal.
No seas tan lineal, dale chance a las casualidades y puede que le adivines el pensamiento al destino.
La nostalgia nunca trae nada bueno hermana...
Cache, que buena frase. De verdad seguiré el consejo. Me hace falta.
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